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aren't they both great?

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Capítulo 3.


Sus ojos observaban el estante a su derecha, las telarañas en él y los tomos llenos de polvo. Joselyn trató de imaginar un tiempo en el cual estuviesen limpios, pero no lo consiguió. A primera vista la mansión parecía limpia, ordenada, atentamente cuidada, pero, cada vez que se permitía apreciarla más de cerca no encontraba más que polvo. Como si la suciedad se hubiese amalgamado con cada mueble por sí sola, como si siempre hubiese estado así. Joselyn no quería tomar una decisión, prefería observar detenidamente cada aspecto de la habitación, sin importar cuan minúsculo, pero el tiempo se acababa. Sabía perfectamente lo que conllevaba decir un monosílabo u el otro, si aceptaba no había vuelta atrás, si se negaba podría sufrir algo peor que la muerte. Una mano lánguida deslizó un papel.

El bolígrafo apareció entre sus dedos antes de darse cuenta.

–¿Llegaste a una decisión?

Una pregunta simple en todas las situaciones, menos en esta, claro. ¿Cómo podría llegar a una conclusión tan rápido? No hace más de unos días estaba tranquila, en su hogar y con sus amigos, y ahora debía ser dócil y aceptar que los había perdido a todos ellos, incluso a los vivos. Ya podía sentir su pecho comprimiéndose y el sudor bajando por su espalda, ignoró a ambos y agarró el bolígrafo. Con su libertad, llegando a su fin, pensó que quizás hubiese sido mejor haber muerto con los demás antes de intentar sobrevivir, quizás lo peor que pudo haber hecho fue mantenerse con vida. No se dignó a contestar la pregunta. En su lugar, alzó su mano —sin importar su temblor— y firmó su nombre, apenas legible y borroneado por su pulgar. Supuso que era aceptable por la manera en la que él tomó el manuscrito.

Tuvo que inclinarse y sujetarse a la mesa cuando empezó el dolor. Era realmente desgarrador, la manera en la que su piel se abría —¿desde adentro?—, como una pequeña grieta se convertía en un manjar de carne y sangre. No la vio hasta que se arremangó, pero sí la había sentido, espesa y roja mientras recorría el camino hasta la punta de sus dedos. «¡El condenado nunca menciona algo como esto!», blasfemó en su mente. Aunque estuvo a punto de decírselo a la cara, se detuvo a sí misma e intento mantener la compostura: no podía, ni debía, mostrarse débil ante quien tenía adelante. ¿Qué iba a ser de ella si no? ¿Solo una víctima más? No, no debía ni llorar ni hacer un berrinche. Así que soportó las nuevas fisuras sobre su piel, sabiendo que iban a cicatrizar y permanecer para siempre como una muestra silenciosa de devoción. Ahora que estaba marcada no había escapatoria. Ella, Joselyn, ahora se encontraba engarzada a ellos de por vida.

–¿Podrías apurarte?

«Ah, sí, es mi primera misión», recordó. Se estremeció al darse cuenta de la palabra que utilizo “misión”, como si de eso se tratase lo que estaba a punto de hacer… Apresurando el paso, miró quién tenía al lado, asegurándose inconscientemente que todo había pasado hace una semana —casi un día después de su charla con Liu. Observó las nubes moverse por el cielo, sabiendo que pasó tanto tiempo perdida entre ellas que no notó cuando dejaron la mansión de vista y se adentraron al bosque. Aquel bosque era distinto, lo sabía aun si poder decir el porqué.

Quizás eran los árboles elevándose ante ella, por lejos más altos que los del campamento, o tal vez el sonido del follaje era diferente, las hojas más muertas que de costumbre. Un canto de pájaro confirma sus sospechas, nunca lo había escuchado antes. Se preguntó por qué no recordaba haberse preguntado las mismas preguntas antes, con Liu, supuso que estaba concentrada en algo más. Y ahora tenía un nuevo acompañante, alguien que conoció la misma tarde que a Liu, aunque un tanto menos afable.

Volteó la cabeza, lentamente para disimularlo un poco, vislumbrando a quien tenía a su lado. Cabello oscuro y espeso, desordenado, una máscara ocultando su rostro y sus intenciones; dos ojos azules que la observaban. Supo al instante que los presentaron a qué persona le pertenecía aquella mirada, había sido víctima de esa actitud ultrajante y la había vencido. No era sorpresa alguna el odio que Bloody Painter, pues fue el único nombre que le dio, tenía por Joselyn. En realidad, era de esperarse que solo se dignase a hablarle si se tratase de comentarios sarcásticos y cortos, no queriendo gastar oxígeno en hablar con ella. Ni siquiera para guiarla, su supuesto trabajo y la razón por la cual fueron asignados juntos.

La luna estaba ascendiendo cuando llegaron a un campamento. Según lo poco que le revelaron a Joselyn, iban a encontrar una y debían saquearla, cueste lo que cueste. El pasto húmedo rozaba su pantalón al acercarse a las carpas, había pasado media semana en cama, perdiendo y volviendo a la conciencia sin siquiera saberlo. Se preguntó porque no la habían asesinado antes, porque cuidar de su salud en absoluto. Supuso que ya sabían la respuesta que iba a dar. Sus pensamientos pararon cuando él se detuvo, Joselyn casi chocando con su espalda. Bloody se dio la vuelta, aparentemente sabiendo lo que sucedió, llevo una mano a la boca (o su representación en la máscara) e hizo un signo de silencio.

Joselyn creyó escuchar a unos adolescentes riéndose y al inspeccionar mejor los vio. A varios metros de distancia, sentados en semicírculo alrededor de la fogata, estaban ellos, riendo y diciendo estupideces carentes de sentido, lo más común para su edad. Tras años, aún recordaba ser joven como ellos, aunque siempre había preferido quedarse en casa antes de juntarse fuera, ir a acampar fue un error al que había sido persuadida… Los troncos tapaban a la mayoría de integrantes, dejando solo su sombra, pero era claro que estaban de espalda, y en frente de ellos, las carpas que buscaban.

–Vamos.

Al oír esas palabras, los pies de ambos comenzaron a moverse. Bloody seguro de sí mismo, y Joselyn con la mirada alternando entre el suelo y a donde se dirigía, intentando no tropezar con una piedra oculta entre el musgo o pisar una rama que los delatara. Con sigilo rodearon al grupo, escuchando como contaban historias de terror, mientras una en carne y hueso se encontraba a pocos metros, observándolos. Él se adentró primero, sin antes verificar que ella seguía sus pasos. Joselyn fue a la más próxima. Procurando no hacer sonido alguno, hurgó en las pertenencias de los campistas, abriendo mochilas y en busca de comida, ya sea en lata o empaquetada. Pensó en la última vez que comió comida chatarra y al ver unos snacks los guardó.

Ambos cargaban con mochilas dadas en la mansión y no dudaban en acaparar todo lo que encontrasen en el camino. Ropa, comida, todo era tomado apresuradamente y metido dentro de los bolsillos. Bloody incluso encontró un cuchillo caqui de mango oscuro, lo balanceo sobre su mano y lo guardo en su propio bolsillo. «Por fin algo bueno de esta misión», pensó. Una vez satisfecho, salió velozmente, sin detenerse a esperarla de nuevo. Sin embargo, Joselyn no se arriesgó a quedarse atrás y ser encontrada robando provisiones a un montón de jóvenes, así que lo imito. Dejó escapar un suspiro suavemente una vez fuera y alejada de los campistas. Sin desearlo pensó en Liu, aunque la idea de amistarse con un asesino no la emocionase, prefería su presencia ante la de Bloody.

Una vez más se había hundido en sus propios pensamientos, ninguno de los dos percatándose del silencio en el bosque. Aquel grupo, tan indefenso como parecía, había escuchado las pisadas sobre la tierra mojada. Dos jovenes, los mayores probablemente, se atrevieron a ir dentro de las carpas y cazar al animal —que pensaban— habitaba en la zona. Mas al entrar a las carpas, no encontraron nada menos que mochilas vacías, ahora seguros de que era el trabajo de un ser humano. Afortunadamente, habían ocultado de antemano sus armas sobre las ramas de un árbol.

Aún en su propio mundo, Joselyn piso una rama. Ese llamado de atención la devolvió a la realidad, y, ahora consciente de su entorno, se fijó en el sonido de un búho. No lo había escuchado antes, no con las voces de los jóvenes subyaciéndolo. ¿Por qué estaba tan callado de repente? Volteó la cabeza para ver si Bloody lo había notado, pero él ya la estaba viendo. En el momento que abrió la boca se escuchó un disparo. Ambos se dieron la vuelta por completo, de nuevo mirando el campamento.

Al ver a los jóvenes armados se dieron cuenta de que ellos también estaban en busca de una presa, y ahora los habían encontrado. Bloody no les temía, incluso cuando ellos contaban con unos rifles y él solo un cuchillo, pero Joselyn… ella no sabía qué hacer. Nunca antes en su vida había tenido que enfrentarse a este tipo de situación, ella estaba petrificada cuando sintió diminutas gotas caer sobre su piel, una llovizna, un presagio de una tormenta mucho mas grande que se aproximaba. Debía actuar, y rápido.

Bloody se abalanzó sobre uno de los muchachos, forcejeando para quitarle el arma. En una de sus manos sujetaba con fuerza aquel cuchillo robado, llegando a herir a su contrincante en varios lugares, pero no a apuñalarlo donde quería, el joven se movía demasiado para su gusto. Su amigo estaba igualmente de atontado como Joselyn hace unos momentos, ella aprovechó su incerteza para escabullirse a sus espaldas. Cuando Joselyn puso sus manos sobre su cuello, Bloody finalmente atravesó el filo del cuchillo a través de la carne del joven y el grito desgarrador de este causó que su amigo disparase. Una de las balas llegó al hombro de Bloody.

Sin tener total control sobre sí misma, Joselyn se arremetió sobre el joven y lo tiró al suelo. Bajo circunstancias normales no lo pudiese haber hecho, pero gracias a la estupefacción de él, tras haber jalado el gatillo, sumado a la ira de ella; le fue posible descargarse de la forma más vil. Habiendo encontrado una roca, reventó el cráneo de él repetidamente, escuchando el “crack” de sus huesos rompiéndose y la sangre vertiéndose sobre la tierra mojada. Brotaba tan dulcemente por su cabeza, lo empapaba todo con su color característico y ahora las manos de ella estaban pintadas de rojo. No supo cuanto tiempo estuvo manteniendo la misma acción hasta que la cara del muchacho se volvió irreconocible, hasta que Joselyn se dio cuenta de que no toda la sangre era de él.

Las cicatrices en sus brazos se habían abierto de nuevo, y eso que apenas habían logrado sanar en primer lugar. Ver el símbolo extraño grabado sobre su piel, liberar aquel fluido rojo y viscoso le llamo la atención, se olvidó por completo del cadáver donde se apoyaba, o el grupo de campistas que había dejado atrás. Aterrorizados, habiendo escuchado varios disparos, pero a ninguno de los mayores retornar, supo que no dudarían en llamar a la policía y, como si se tratase de un embrujo roto, volvió en sí. Recordó a su compañero, yaciendo sobre el suelo mojado y con una gran herida sobre el hombro, y aunque no estuviesen en buenos términos, simplemente no lo podía dejar ahí tirado, a su suerte.

Gateó hasta él y suspiró de alivio al ver que respiraba. Nunca pensó que se alegraría al descubrir que un asesino seguía con vida, pero el momento había llegado. Bloody se sentó lo mejor que pudo y Joselyn se enteró de algo que no había notado anteriormente, él había mutilado aquel cuerpo sin vida. Joselyn se sorprendió al ver el desastre que consiguió tornar al muchacho, incluso estando lastimado, no quería admitirlo, pero respetaba su determinación a concretar su causa. Incluso si esta involucraba asesinar a otra persona, en este caso, a un par de adolescentes en el bosque.

Bloody se levantó. Joselyn ofreció ayudarlo, intentando sujetarlo de alguna zona alejada a su herida de bala, pero él se negó rotundamente, apartando las manos de ella de manera brusca. Musitó maldiciones levemente antes de desplomarse sobre el suelo. «Definitivamente, hay que llevarlo a un médico, o la versión de uno en la mansión, si siquiera existe», dijo para sí misma Joselyn. El camino de vuelta fue uno muy largo, por lo menos así se sintió para ellos, teniendo que soportar el peso de Bloody al mismo tiempo que la lluvia intensa no era un trabajo fácil. Todo lo contrario.