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aren't they both great?

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Capítulo 4.


Joselyn desvío la mirada, apenada por la pregunta. Debía reiterar lo que pasó ante la figura encapuchada en frente de ella, aceptar que había fallado su primer intento a asimilarse a esta nueva “vida”. Sabía demasiado bien que Bloody Painter no estaría para nada contento con un relato de su lamentosa derrota, incluso, al recordarla unas horas después, parecía hasta patética. Sin embargo, se contentaba al recordar el sonido del cerebro de aquel pobre niño siendo perforado por su propio cráneo: crujiente y chapoteando en sus manos. Debería darle asco tan solo el llegar tan lejos, pero…

–Está bien, Jack. Te lo diré…

Intentó mantener su historia breve, no quedarse atrapada en los momentos más vergonzosos, ni mencionar el impulso de adrenalina placentero que corrió por sus venas al cometer esa perversidad absoluta, una violencia injustificable. Estaba segura de que no le importaría mucho a la mayoría, claro, quién sabe que cosas peores había hecho cada uno. De igual manera logró su cometido y pasó ese detalle por encima, quería asimilarse en aquel grupo si significaba más probabilidades de vivir, pero nunca deseó ser tan violenta —tan cruel como cualquiera de ellos. Después de todo, solo iba a seguir órdenes, no iba a sentir ningún tipo de placer en lo que hacía, ¿verdad? Repetía esa mentira aún sabiendo que ya había pasado el límite hace mucho.

–¿Es mentira, no? – preguntó el titiritero–. ¿Me estás diciendo que tú, Joselyn, asesinaste a alguien? Me lo esperaba de, literalmente, todos menos de ti.

–No asesiné a nadie, lo hice en defensa propia.

–Llámalo como quieras, quien sea que fuese aquel niñato…, ¡está muerto!

Como si solo se tratase de un juego, se echó a reír el muy desgraciado —para el infortunio de un muy, muy cansado Jack. Nadie había comentado el tema con él, Puppeteer, ni siquiera estaba presente cuando Joselyn regresó con un casi inconsciente Bloody a la mansión, en medio de una tormenta. ¿Quién exactamente se creía? Cuando Joselyn estuvo a punto de replicar, una voz habló y los distrajo a ambos.

–¿Puedo irme ya?

–Sí, Jack. Anda y come algún riñón como una alimaña. – respondió Puppeteer.

Jack se mostró inmutable con su máscara azul, pero Joselyn supuso que debió hacer una mueca ante el comentario, ¿quién no la haría? Él no dudó en salir de la habitación y, por fin, pasar tiempo a solas. Había estado horas intentando extraer la bala del hombro de Bloody sin causar daño adicional, aunque claro, su movilidad no iba a ser como antes si no cuidaba de sí mismo. Si Jack fuese otra persona, el hecho de que la bala no dañará ningún punto vital hubiese sido un milagro, pero no era ese tipo de “persona”. Y, ¿siquiera podía existir un milagro en aquel lugar?

–Ahora dime, Joselyn. ¿No deberías estar descansando también? ¿Por qué sigues aquí, esperando que despierte?

No supo responder de inmediato. Erróneamente, lo atribuyó a simplemente sentirse culpable, culpable por permitir que le hubiesen disparado, aún sabiendo que no estaba en su control. Quizás, quizás se sentía avergonzada por no haber cumplido su misión al pie de la letra, por haber fallado enormemente. Definitivamente, no tenía nada que ver con él.

–¿Acaso te debería importar?

–Oh, claro que sí. ¿Acaso no debería importarme la salud de mis dos queridos amigos?– Joselyn estaba tan, pero tan cerca de darle un puñetazo… – Dime entonces, Jose, ¿por qué sigues aquí?>/p>

Aquel apodo la tomó por sorpresa, podría jurar que alguien solía llamarla así. Una voz familiar y energética, una voz sin dueño. Quizás, si realmente lo creía, esos murmullos se volverían más altos y encontraría un nombre a quien designarlos. Pero él…, él no tenía derecho alguno a llamarla así.

–Carajo, ¡no lo sé! ¿Eso es lo que querías escuchar? Ya… no sé por qué sigo aquí. – pausó –¿Sabes qué? Tienes razón, debería irme a dormir.

–¿Tan pronto? Vamos, quédate un poco más.

«… pero qué tipo tan fastidioso, ¿acaso no se cansa de molestar a los demás?», pensó Joselyn.

–Oh, basta, no me mires así, solo estaba bromeando.

Joselyn liberó un suspiro y se sentó. Puppeteer no estaba del todo equivocado, hasta ella misma se preguntaba si había otro motivo por el cual se quedaba en esa habitación, esperando a que aquel tipo — a quien ni siquiera conocía bien — despertara. Sabía que no era tan grave como pareció ser en la madrugada, Jack se lo aseguró, le explicó donde fue disparado y el daño que le causó la bala. Simplemente estaba descansando, iba a despertar tarde o temprano. Pero por alguna razón, ella no quería irse, no podía. Cinco minutos pasaron, ninguno de los dos hablando, pero la mirada triunfal de Puppeteer examinando cada facción de Joselyn. Sabiendo que por su culpa, ella se preguntaba cosas que no hubiesen siquiera cruzado su mente de otro modo.

–No estés tan triste. ¿Dónde está ese amigo tuyo? Creo que su nombre era Liu… ¿O estoy equivocado?

Joselyn abrió la boca, a punto de protestar, pero un sonido los interrumpió. Eran los gemidos adoloridos de Bloody despertando, moviéndose en la cama para verlos a ambos.

–¿Podrían callarse de una vez? Su vocerío me despertó.

A nadie le sorprendió que a penas abrió los ojos ya estaba de mal humor. Lo sorprendente, para ella, por lo menos, fue verlo sin su icónica máscara. Nunca había pensado en como se veía bajo ella, y mucho menos cuando debía enfocarse en traerlo de vuelta en mitad de una tormenta, y, para empeorar las cosas, malherido. Ahora, con su cabello desordenado, y ojeras notorias, solo ahora, se veía como cualquier otro ser humano. Uno muy enojado si tomaba en cuenta la manera en la que fruncía sus cejas y los fulminaba con la mirada por el cruel pecado de… despertarlo.

–¡Helen, al fin despertaste, bello durmiente!

«Deben conocerse bien, dudo que Bloody —¿o Helen?— permita que le digan eso sin después abalanzarse sobre esa persona.»

–Sí, sí. Imposible no hacerlo con la cantidad de ruido que hacen, pareciera que nunca aprendieron a hacer silencio.

Pronto ambos empezaron a conversar, o más bien, discutir “amigablemente”. No pasó mucho tiempo para que Joselyn se diera cuenta de las intenciones de Helen: actuar como si ella no estuviese en la habitación. ¿Era tan difícil para él darle las gracias y aceptar que le había salvado el pellejo? Realmente era un inmaduro de primera, imbécil también. Y aunque el pensar en un hombre adulto comportándose de tal manera le hacía reír, no pensaba quedarse parada como una idiota por el resto del día. Joselyn decidió marcharse cuando algo la detuvo, una persona del otro lado de la puerta.

–¿Liu?

–El mismo. Estaba a punto de abrir para preguntarte si habías visto a…, oh, hola Helen.

El silencio que trajeron esas palabras fue incómodo, para quedarse cortos. Era claro que todos lo habían notado pero de igual manera, nadie dijo ni una palabra para detener la tensión en el cuarto. Puppeteer intentaba mantener la compostura, pero Joselyn observaba, confundida, como su boca formaba una sonrisa bajo sus dedos.

–Liu Woods.

–¿Yo estoy pintado o…?– preguntó cómicamente el titiritero, ignorando la frialdad de Helen.

–Buenos días, Jonathan. Aunque ya salió la luna.

Parece que el tiempo se comportase distinto dentro de la mansión. Una hora podía tardar una eternidad, o en el caso de Joselyn, lo que se sintió como dos horas podía ser en realidad una tarde entera. Intento recordar mejor los eventos del día: de madrugada apareció en la puerta junto a él, ayudándolo a caminar, luego de que lo llevaran a reposar en una habitación —de las tantas sin usar— Jack rápidamente cosió sus heridas y las vendo. Luego, al preguntarle donde exactamente estaba Helen, fue, espero a que despertase y conoció a su supuesto amigo. Todo parecía tan concreto al decirlo, pero no encontró manera de saber por qué era tan tarde de repente.

–Hablando de la luna, creo que mejor iré a… apreciarla. Los dejaré solos, ¡adiós! – dijo Jonathan, claramente inventando excusas.

Tras el «¡Pum!», de la puerta cerrándose, el silencio reinó de nuevo. Ninguno de los tres estaba seguro sobre lo que hacer ni decir, cada uno intentando aparecer lo más natural posible… al mismo tiempo que evitaba la mirada del otro. Joselyn rascó sobre las vendas inconscientemente, no podía dejarse llevar de la misma manera en un futuro. Solo terminaría con heridas abiertas, una y otra vez, debería aprender a controlarse si quería sobrevivir. Liu se acercó a Helen.

–¿Te sientes mejor? Jane me había hablado sobre lo que te pasó y—

–¿Mejor? Me dispararon.

–Lo sé, es solo que…– no terminó lo que iba a decir.

En su lugar, se acercó lentamente a él, con pasos ligeros. Suavemente, tiro hacia abajo la remera de Helen, dejando la zona de la herida descubierta y examinándola con la mirada. Su hombro derecho estaba vendado, la bala, afortunadamente, había rozado la parte externa sin causar un daño importante a su movilidad. Todo, por supuesto, si no ejercía fuerza a sus músculos, que, aunque sin arterias, venas o nervios dañados, todavía necesitaban sanar por completo. Si tan solo la bala hubiese impactado unos pocos centímetros más abajo… Liu alzó la mano y la guio cerca de Helen cuando una mano lo detuvo.

–¿Qué crees que estás haciendo?

Liu de inmediato retrocedió. Desvió la mirada y habló: tengo que irme… Joselyn, si ves a Toby dímelo, debo hablar con él. “Gracias” fue lo último que dijo antes de marcharse, no sin antes darle una sonrisa a ella y evitar los ojos de él. Helen lo siguió con la mirada fija en su espalda hasta que esta desapareció tras la puerta cerrada, largando un suspiro prolongado cuando Liu se fue. Joselyn simplemente se mantuvo en silencio, pensando en la corta conversación entre ambos: «la tensión se podría cortar con un cuchillo… ¿A estos qué les pasa?» Aparte de lo obvio, claro.

Finalmente, decidió marcharse de una vez por todas. Se había asegurado que Helen estaba bien, no existía ninguna otra razón por la cual quedarse y no lo haría. Además, él claramente no estaba listo para mantener una conversación —como si alguna vez lo haya estado. Sus ojos azules harían cualquier cosa menos encontrar los suyos, incluso ver aquel paisaje, que seguramente había visto centenares de veces, a través de la ventana. Aunque nada se podía dar por seguro en aquella mansión errática.

Joselyn paso una mano por su cabello, alejando el pelo de su frente. Al parecer la tinta ya estaba perdiendo su color y su tono natural volvía a aparecer, realmente debería teñirse de nuevo. Dio unos pasos hacia el umbral, pero al tocar la manija una voz severa la alejo de sus pensamientos.

–Espera.

Joselyn dio vuelta a su cabeza y lo miro, esperando a que continúe.

–Gracias… por traerme hasta aquí.

–Ni lo menciones. –respondió Joselyn. Aunque lo irónico de un asesino, teniéndole miedo a ella, de todas las personas del mundo, no lo pasaba por alto.

–No, tú ni lo menciones. No sé qué haría si Puppeteer se entera de que te di las gracias. ¿Sabes qué? Mejor olvídalo.

«¿Olvidarlo? No pasa todos los días que alguien tan reservado y asocial como Bloody Painter te agradece por algo, y mucho menos de manera tan explicita. Si él en realidad cree que lo voy a olvidar es un idiota de primera. No me extrañaría que le dé vergüenza el mero hecho de admitir que necesitaba ayuda», pensó, no equivocadamente, Joselyn, lo despidió con una leve sonrisa y se fue hacia su habitación asignada. Solo al cerrar la puerta y recostarse sobre sus sabanas se dio cuenta: le acababa de sonreír a un asesino. Quizás fuese a causa del paso del tiempo, tiempo conviviendo con locos de remate, pero lentamente había naturalizado estas interacciones. Ya no quería vomitar al oler sangre, ni le repugnaba el solo verlos.

Con cada día que pasaba una pregunta se convertía rebotaba en su cabeza, hasta que llego a silenciar cualquier otro pensamiento: ¿cómo es que habían terminado así? Reducidos a bestias en busca de la exaltación de matar, matar y nada más. Se cuestionaba si siempre habían sentido un fervor por la violencia o si fue algo mas íntimo, como un parásito bajo su piel que ni siquiera ellos notaron hasta que fue muy tarde. ¿Acaso ella lo haría o el proceso ya había comenzado? Quizás los huevos ahora eran larvas, creciendo, alimentándose y siempre pidiendo más; más sangre, más violencia.

Joselyn deseaba hacer el bien, lo necesitaba más que a nada.