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aren't they both great?

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Capítulo 5.


«¿Qué fue eso?», fue lo primero que pensé al despertar.

Un gran estruendo interrumpió mis sueños, haciéndome regresar a la realidad, a aquella casa. No hay manera de describirlo correctamente, solo comparándolo con otros: el sonido de huesos rompiéndose, de un derrumbe y, al mismo tiempo, un estómago rugiendo con hambre. Fue un error bajar la guardia en ese lugar, olvidarme de dónde estaba y con quién. Deberían haber pasado solamente tres horas desde que, tras varios intentos, logré dormir y ahora algo estaba acechándome.

Helen estaba siendo vigilado por una tal Dina, a quien nunca había conocido, y hasta el momento, visto. Sin embargo, tanto Liu como Puppeteer (¿O será Jonathan?) concordaban que era de fiar. Si tan solo hubiese estado con alguien, quizás obtendría explicación alguna sobre los ruidos extraños que hacía la mansión durante la madrugada.

El sonido volvió. Se repitió de manera gradual, como si en realidad proviniese de un lugar mucho más lejano de lo que pareció en un principio. Al mismo tiempo se sentía extrañamente cercano, como si me rodeará por completo, como si estuviese metido en cada pequeño rincón de la casa y en busca de mí. Resultaba completamente ineludible.

Me aventuré, deslizándome fuera de las sábanas y poniéndome las pantuflas antes esparcidas en el suelo. Arrastré inconscientemente los pies al moverme, intentando que mis pisadas no provocarán ruido alguno, que no atrajeran intención no deseada. Esperé el próximo sonido y no tardó en llegar.

El momento que abrí la puerta resonó de nuevo. Esta vez sentí las maderas de la mansión moverse con el sonido, me recordó a tripas hambrientas moviéndose; con ansias de ingerir y digerir, transformar y desechar. Recordé aquella visión que tuve al ver los pasillos por primera vez: dientes, lengua, paladar. Ahora que los veía en la oscuridad, algo que nunca me había arriesgado a hacer antes, la visión se volvía realidad ante mí.

La alfombra roja y anaranjada «¿Siempre se vio así?», se enrollaba y desenrollaba suavemente frente a mis ojos como una lengua animal. Alguien más sensato podría atribuirlo al viento, pero ya no me queda sensatez y todas las ventanas estaban cerradas. A lo lejos, el ruido se trasladó tal como una onda hasta mí, empezando desde el fondo del pasillo y volviéndose más resonante con cada eco.

El sonido cesó. El sonido cesó y otro lo reemplazó, mucho más silencioso que el anterior pero exasperante. Las tablas de madera pulsaron, un latido profundo que sentí como dolor de cabeza y unas ganas de vomitar. Sentí el ácido estomacal quemar mi garganta. La manera en la que se levantaban era casi imperceptible, pero no había duda alguna de que lo hacían. Yo las miraba, mis pies pegados en su sitio, cuando una mano me jaló.

—¿Qué cr... crees que estás haciendo?

Escuché la puerta cerrándose tras de mí al entrar en la habitación. No la podía reconocer y, en la oscuridad, apenas podía divisar a quien tenía enfrente: ojos marrones, pelo castaño, dientes visibles a través de la mejilla...

—¿Toby?

—¿Cómo...— pausó— sabes mi nombre?

La verdad es que ya había escuchado mucho de él, Liu lo mencionó de pasada, Helen dijo que "hubiese preferido tener al idiota de Toby antes que a ella" antes de nuestra misión; incluso Jack hablo sobre él. Sin embargo, no pude contestarle, el sonido de las costillas regresó. Pareciese que estuviese detrás de la puerta, esperando.

—Olvídalo, ven.

Nos adentramos aún más adentro de la habitación, casi en el centro. Escuchando en silencio como la casa volvía a su estado normal, todos aquellos sonidos esfumándose en la atmósfera siempre opresiva de la mansión. Una vez me sentí libre de hablar, pregunté en un susurro: «¿Qué fue eso?»

—¿Acaso no lo sa...?—Pausó, aparentemente no pudiendo sacar las palabras de su boca. —Eso fue la mansión despertándose, suele estar dormida. Ella... ella despierta a veces, en las noches silenciosas, ni siquiera noso... tros nos arriesgamos.

—"¿Nosotros?"— pregunté.

—Masky, Hoodie, yo... él.

«Ah, qué suerte la mía.» Pensé. Siempre supe que este lugar no estaba inanimado, algo sobre él lo demostraba. Incluso su fachada te invitaba dentro, sin importar lo desolada que parecía aquella casa de madera. Me preguntó si esa es su verdadera entrada o solamente una puerta más, una trampa esperando a su presa.

—Yo... había escuchado sobre la casa. Bueno, en realidad, vi a la casa deformándose mientras buscaba mi habitación, simplemente no pensé que...

—¿Qué fuese tan not... orio?

Asentí con la cabeza lentamente, insegura si la casa seguía dormitando o era todo una farsa más. Ahora que lo pensaba mejor, la habitación de Tobby no estaba enfrente de la mía. Estaba en el piso subterráneo, ¿qué tanto había cambiado la mansión en esas tres horas?

—Deberías irte. A dormir.

Tenía razón, lo sabía. De igual manera, no quería abrir la puerta, quien quisiese sabiendo que cabía la posibilidad que esta te llevará a otro lugar; o incluso que te devorara con dientes de roble. Qué más da, ¿qué tenía de perder?, le dije un adiós a Toby y le di las gracias por haberme rescatado hace diez minutos. Y en un abrir y cerrar de ojos ya estaba dentro de mi habitación, habiendo cruzado lo más rápido (y cuidadosamente) posible para no despertarla de nuevo.

Al siguiente día la puerta frente a mi cuarto asignado desapareció.

En su lugar, había un pequeño cuadro. Desde mi umbral solo pude divisar pintura roja y alas de todos los tonos, también un olor pútrido invadiendo mi nariz. No me permití acercarme más, tenía cosas más importantes que atender, por ejemplo, el herido de bala que fuertemente proclama que lo dejen en paz.

—¿Helen?— pausé — y Liu.

Al girar la esquina del pasillo ahí estaban los dos, Helen intentando alejarse de Liu pero tambaleándose, y Liu forcejeando para sujetarlo. No me pregunté cómo es que ambos estaban a la vuelta de la esquina cuando el día anterior se hallaban en la planta baja. A veces no era de la incumbencia de nadie más, excepto de la mansión y sus puertas rechinantes que cambiaban de lugar constantemente.

—Suéltame, no necesito tu ayuda.

—¿En serio crees que puedes caminar solo Helen? Si tan solo te hubiesen disparado unos centímetros más arriba, no podrías ni siquiera mover tu brazo.

—O estarías muerto.— dije.

Con tan solo un comentario ambos se dieron la vuelta, aparentemente no me habían siquiera visto por lo concentrados que estaban en discutir uno con el otro. Es imposible negar el hecho de que parecían conocerse desde antes, actuando con la intimidad de amigos que ya no lo son. Quizás incluso algo más.

—Pero qué positiva que eres.— fue lo que se dignó a decir Helen, sin siquiera dirigirme la mirada.

—Mira quién habla, ahora dame tu mano. No deberías moverte mínimamente por una semana.— Liu no vaciló en tomarlo por la fuerza y forzarlo una vez más dentro de la habitación.

Helen gimió del dolor e inmediatamente tapó su boca, pero ya era demasiado tarde, Liu bajó la mirada, viendo cómo sus nudillos se volvían aún más pálidos por la fuerza que ejercía sobre el hombro del otro hombre. Con el sonido también apareció otra figura, una rubia y que por un solo segundo pareció tener alas.

—¿Helen? ¿Qué haces fuera de cama?— preguntó, claramente furiosa.

—Salí a caminar antes de encontrarme con idiota uno e idiota dos.

«¿Seré el primero o el último?»

—¿Acaso no te dije, una y otra vez, que te quedarás acostado por tu propio bi...?— Fue en ese momento cuando se percató de mi presencia y continuó. —Oh, tú debes ser Joselyn, ¿no es verdad? Gracias por cuidar de Helen, aunque puede ser muy terco a veces, espero no te haya causado demasiados problemas.

El mencionado simplemente se encogió de hombros solo para quejarse del dolor otra vez, como un verdadero imbécil. Mientras tanto me presenté a aquella rubia y aprendí su nombre, "Dina". «Así que es ella sobre quien me relató Jonathan el día anterior». Aparenta ser una buena persona, algo más que irónico cuando vi la espada que mantenía dentro de su funda; unida a un cinturón sobre su cintura.

Eventualmente, entre los tres regresamos a Helen a dónde debía estar, su cama; ignorando sus berrinches de adulto y los insultos entre dientes que nos dedicaba a cada uno. Ni Liu ni Dina le dieron importancia, ya acostumbrados a su carácter violento.

Yo no podía asegurar lo mismo, guardando las ganas de darle un puñetazo y mandarlo a callar para siempre. Quizás yo soy la violenta.

Cuando logró arroparse, luego de unos minutos batallando con la sábana, nos echó de "su" habitación (la cual solo aceptaba como suya para quitarnos de encima). Murmuró para él mismo innumerables quejas y solo alzó la voz para pedirnos —no tan amablemente— que cerremos la puerta antes de salir. Según sus palabras, «Si alguien más se atreve a molestarme, lo mato.» No antes de susurrar un "adiós" esperando que nadie lo oyese.

Pobrecito. Si supiese que no solo lo oímos fuerte y claro, sino que también lo hizo Jonathan, a quien menos quería presente durante ese momento embarazoso. Claro, solo le brindaba vergüenza a él, quien se negaba estrictamente a ser educado con los demás. Parece que a pesar de todos sus esfuerzos siempre muestra más de lo que debe, o quiere, como un gato huraño que muestra su abdomen a la primera caricia. No significa que no tenga garras.

Y aunque él se niegue a aceptarlo, no voy a olvidar ese momento de vulnerabilidad donde me dio las gracias, no por qué lo aprecie (es Helen sobre quien estamos hablando), pero porque una vergüenza para él, es una victoria para mí.